lunes, 14 de junio de 2010

Estado de la llama

En el blog Estado de la llama se comenta el Catálogo de juguetes. El blog publica material complementario para la cátedra Morfología Wainhaus de la carrera de Diseño Gráfico de la UBA.

viernes, 21 de mayo de 2010

Lista deliciosamente incorrecta

El 16 de abril, el diario El País de Uruguay publicó un comentario sobre Catálogo de juguetes. "Por suerte esos temas insinuados en el marco de la evocación poética no reciben la embestida de la razón modernizadora, que enriquece a otro tipo de obra", dice.


Doce años después de publicarse en Italia, la edición argentina del libro presenta un diseño original. En la portada aparece un elogio de Ian McEwan y un texto al estilo de la contratapa habitual, en la cual ha quedado sola una foto de dos muñecos de trapo esquemáticos y asexuados, tipo cómic. No hay ninguno con esta forma entre los objetos rememorados, que vienen de los años 60, salvo algunas cosas de los abuelos y de los nietos.

La lista es deliciosamente incorrecta. Ésa es la gracia. La escritora exhibe sin aspavientos el entrevero de la vida luminosa, un poquito siniestra y un tanto temible, amenazadora, diría Mangarelli en el posfacio.

Después de que la hamaca y el barrilete le recuerdan las primeras tentativas de vuelo, las armas de mentira para los varones y de verdad para los adultos, mezclan el atractivo ruidoso del olor a azufre y pólvora con el culto ambiguo de la violencia y el peligro.

Las añoranzas no ocultan la vigilancia y los rezos de los mayores ni el respeto debido al decoro femenino y a la energía de los chicos pero dejan un lugarcito para las críticas, para los placeres secretos de "algunas partes del cuerpo" y para reivindicar a las primeras Barbies y al Lego, hoy día tan distintos.

La constante de esta ludoteca imaginaria es la descripción detallada en la que los cinco sentidos y la fantasía hacen andar los juguetes en su doble función, aquella a la que están destinados y la otra, "privada y colateral", inventada por cada niño. Dicho de otro modo, las que preparan para la vida adulta y para la travesura rebelde.

Algún lector echará de menos las predilecciones de su niñez o las reflexiones educativas sobre el papel social y cultural de los juegos en la creación de identidades. Por suerte esos temas insinuados en el marco de la evocación poética no reciben la embestida de la razón modernizadora, que enriquece a otro tipo de obra.

jueves, 11 de marzo de 2010

Arqueología de la infancia

En el diario El Cronista apareció una reseña sobre Catálogo de juguetes escrita por Juan Ignacio Orue.



Texturas y sonidos que acariciaron la infancia

Catálogo de juguetes (La Compañía), de la italiana Sandra Petrignani, es una vuelta a la niñez, a aquel tiempo donde lo más deseado, tal vez lo único importante, era tocar el cielo desde una hamaca, llenarse los dedos de plastilina o subirse a una escoba para cabalgar como el llanero solitario.


Un niño mira que el globo que se despegó de su mano viaja irremediablemente al cielo. Salta, en vano, con la manito estirada. Ni el piolín alcanza a rozar. Para consolarse, corre hacia la hamaca. Piensa que esa tabla de madera lisa, que acaricia tibiamente sus muslos, lo puede impulsar hacia las nubes en busca del globo viajero.

Con palabras similares, en una o a lo sumo dos páginas, en su libro Catálogo de juguetes, la escritora italiana Sandra Petrignani logra contar con suma sencillez y un lenguaje poético qué es, para qué sirve y qué significa el globo, la hamaca, el metegol, el caballo mecedor, el trencito eléctrico, los soldaditos y las muñecas, entre otras obras geniales que maravillaron y maravillan a cualquier pequeñito.

El libro, lanzado recientemente al mercado por la editorial La Compañía, es un viaje conmovedor por la niñez a través de sesenta y cinco juguetes y juegos. Conforma, así, una suerte de arqueología o historia de la infancia.

A lo mejor la hamaca es la nostalgia de la cuna, dice Petrignani; cuando falta la figurita del álbum, la frustración es doble, se contempla una forma vacía, la silueta rectangular de la pieza ausente, y leer no tiene sentido, asegura; también enseña como identificar el oso preferido de un nene. Basta olerlo, nomás. "El olor de un oso habituado a dormir en la misma cama que su pequeño amo embriaga; es el olor de ese niño y al mismo tiempo el olor universal de la infancia".

Traducido por el escritor Guillermo Piro, Catálogo de juguetes es una obra que convoca a la melancolía, a la alegría y al recuerdo de una infancia de rodillas mugrientas, chicle entre los dientes y ‘canté pri para todos mis compas‘.

viernes, 22 de enero de 2010

Un osito y todos los animales de trapo

El 2 de enero pasado, el suplemento Mujer del diario Clarín publicó una breve entrevista a Sandra Petrignani que realizó Jéssica Fainsod.


"Los niños necesitan de una dimensión mágica"

Por Jéssica Fainsod


“Los osos de peluche son tan íntimos que los niños conservan su olor. Entre tantos ositos que pueblan su cuarto es fácil descubrir el preferido. Basta olerlo. El olor de un oso habituado a dormir en la misma cama que su pequeño amo embriaga; es el olor de ese niño y al mismo tiempo el olor universal de la infancia". Es el comienzo “de Ositos”, uno de los 65 retratos de juguetes que la escritora italiana Sandra Petrignani describió en su delicioso Catálogo de juguetes.

¿Por qué un libro sobre juguetes?

Porque cuando lo escribí, mi hijo Guido era chico y al observar sus juguetes y su forma de jugar, me di cuenta de que era muy distinta a la mía. Esta nueva generación estaba cambiando la relación con los juguetes por primera vez en la historia. Guido se mostraba menos emotivo. Quería tener muchos tipos distintos del mismo juguete, por ejemplo. Resulta sencillo entenderlo si pensamos en la evolución de la muñeca Barbie. Cuando yo era chica, todas las nenas tenían sólo una Barbie, la propia. Con el transcurso del tiempo, en la generación de mi hijo, las nenas tienen una Barbie rubia, una castaña, una pelirroja, una embarazada… Nosotros teníamos libertad para jugar sin controles, en la calle. Ellos en cambio son vigilados siempre y están siempre ocupados (clases de inglés, clases de natación, de baile, de judo, clases, clases…).

¿Cuáles son los juguetes que nunca deberían faltarle a un niño?

Un osito, y todos los animales de trapo. Pero un chico sabe cómo crear sus propios juguetes si no los tiene de juguetería.

¿Qué evoca la creencia de los Reyes, los zapatitos y la espera?

Los niños necesitan de una dimensión mágica. Ellos creen en un mundo bueno, en donde son amados tal como necesitan. ¡Es muy importante no romper esta ilusión! Lo que pasa hoy es realmente terrible, eso de que los padres vayan con los chicos a comprar juguetes juntos. ¡Los mismos juguetes que los chicos encuentran en los zapatos cada 6 de enero! Los chicos necesitan tanto creer en un mundo mágico que piensan de todos modos que esos juguetes son trasladados por personas mágicas… Los adultos tendríamos que aprender algo de los chicos: ¡creer en algo más grande que nosotros ayuda mucho en la vida y hace que la vida sea más interesante de vivir!


miércoles, 20 de enero de 2010

Efecto de vértigo

El portal Educ.ar recomienda Catálogo de juguetes y lo presenta con un lúcido reportaje de Mónika Klibanski a Sandra Petrignani. Reproducimos un fragmento de la nota, que se puede leer entera aquí.


Un actor, un bailarín, un músico, cada noche vuelve a representar la misma escena, repite la misma coreografía, ejecuta la misma pieza musical. Inmersos en una misma situación, igual que un lector que lee después de un tiempo un mismo libro que leyó en el pasado. No obstante siempre algo vuelve inédita la experiencia. Catálogo de juguetes es un libro escrito ya hace más de veinte años. Para Petrignani "hay libros que no se ajustan a la prueba del tiempo. Las novelas sobre todo. Releer una vieja novela a menudo es insoportable para un escritor; la tentación de cambiar y reescribirla es grande. Los años pasan y las mismas cosas uno querría expresarlas de otra manera. Con Catálogo de juguetes, en cambio, no sucedió así. Releyendo el libro para su traducción al francés, en 1999 –ya habían pasado once años de la publicación original en Italia–, me sorprendí, sólo corregí alguna errata de imprenta, pequeñas cosas de puntuación. No necesité añadir nada".

La autora admite que le es mucho más innata la forma breve, el cuento, el libro de viaje, la autobiografía, el diario y encuentra allí la clave para explicar la perdurabilidad de este texto.

Creo que la forma en mosaico del "catálogo" es muy precisa, racional diría, objetiva, menos sujeta a los saltos de la emotividad, de la edad, de la insatisfacción, asegura.

[…]

Si el paseo al que nos invita su libro conmueve probablemente no es debido a la añoranza por lo perdido, lo olvidado, sino más bien una sensación provocada por aquello que queda, que está en nosotros los adultos lectores. Parafraseando el posfacio escrito por Giorgio Mangarelli, algo intangible de nuestra infancia resiste y persiste en el presente.

Petrignani piensa que la vida nos obliga, por razones de supervivencia social, a parecernos a un único Yo que es el que prevalece a todos los otros de los que estamos compuestos. Como diría el poeta Oliverio Girondo somos “un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades”. Multiformes y realmente capaces de todo el bien y de todo el mal. La parte inconsciente, que muchos ahogan o ignoran completamente, es la que nos da las sorpresas más inesperadas. Sin dudas es la zona más creativa, sabia y sensible que tenemos.

Es el niño que hemos sido y que sigue viviendo en nosotros. Los artistas se encuentran entre los adultos que le dan mayor espacio al niño que llevan dentro, se permiten retrocesos que los demás temen, reflexiona Petrignani con agudeza.

Si bien el suyo no es un libro que se haya publicado (al menos en la Argentina) siguiendo las convenciones editoriales de la literatura infantil y juvenil, ha sido leído por niños. Según nos cuenta su autora, algunos profesores en Italia y en Francia, por ejemplo, lo utilizaron en la escuela para estimular a sus alumnos a recordar y a escribir sobre sus juguetes. En la edición alemana del libro se incorporaron deliciosas ilustraciones pero el editor se arrepintió; porque en su opinión las ilustraciones llevaban al lector a un engaño: creer que el Catálogo era un libro para niños cuando realmente no estaba pensado así.

Catálogo de juguetes se presta para leerlo acompañado, de manera colectiva. Por ejemplo, leerlo en voz alta a nuestros padres, que quizás fueron niños en los 50, pero también leérselo a personas más jóvenes que nosotros, dejando que los relatos construyan puentes generacionales para compartir un tiempo inmaterial, subjetivado y anacrónico, el del juego. De hecho, a lo largo del libro, los distintos relatos de este inventario de juguetes van intercalando tiempos verbales, los verbos no siempre están conjugados en pasado, hay quiebres en la cronología natural.

A mí gusta confundir los tiempos verbales, dice la escritora. Pasar del tiempo pasado (próximo y remoto, como distinguimos en italiano) al presente crea repentinos acercamientos, con un efecto de vértigo que corresponde al modo natural del pensamiento. Si nos contamos racionalmente el pasado, usamos verbos en pasado, pero si llevamos a la práctica la memoria involuntaria o la libre asociación inmediatamente hablamos en presente; porque volvemos físicamente al momento evocado. En el caso del Catálogo de juguetes es un regreso concreto a la infancia.

[…]

lunes, 14 de diciembre de 2009

La primera mañana de nuestras vidas

Ayer, el suplemento Ni a Palos del periódico Miradas al Sur publicó una reseña de Catálogo de juguetes escrita por Natanael Amenábar:


El mundo del juguete

Por Natanael Amenábar


Sandra Petrignani es una piacentina que editó allá por 1988 una selección de entradas recopilatorias sobre juguetes, poniéndole por nombre Il catalogo dei giocattoli. Ese racconto vuelve en castellano como vuelve Alf para Milhouse: en forma de fichas, ya coleccionadas, y traducidas por Guillermo Piro. Pequeñas reseñas de objetos maravillosos que transitaron la primera mañana de nuestras vidas (a ambos lados del océano, parece). Sorprendentes son las coincidencias con el consumo jugueteril argentino, cuando chicos nosotros, hará alrededor de 25 años. Con prosa sintética, afán clasificatorio y una puntillosa descripción de los mecanismos, Petrignani logra que muchas veces sepamos por los nombres de una manera fácil a qué se refiere y, muchas otras veces, nos demos cuenta por su detalle del aspecto o funcionamiento y susurremos, en voz alta “¿te acordás?”. Como corresponde, hay una mirada filosófica de las cosas y en su abordaje una diferenciación por género. Publicado por La Compañía, editorial de cuidados y minimalistas diseños de tapa.


martes, 8 de diciembre de 2009

El juego es todo

En el número de diciembre, la revista Los Inrockuptibles incluye una reseña sobre Catálogo de juguetes escrita por Malena Rey:


Sabemos que por fuera de la vigilancia de los adultos, los chicos habitan zonas propias y se relacionan con seres extraños que toman distintas formas. De estos seres amigables y a veces fantasmales se ocupa la italiana Sandra Petrignani en Catálogo de juguetes. En el libro, escrito hace casi 25 años, la autora se pasea por una larga lista de juguetes conocidos por todos –que van del Lego al metegol, pasando por las muñecas, la soga, el flipper y los soldaditos– y se permite, a través del comentario paciente y nada técnico, una evocación que se aleja de la mera descripción de los procedimientos del juego para adentrarse en el terreno poético del recuerdo de la infancia. Y es que por medio del contacto con los juguetes los chicos pueden devenir otra cosa de lo que se pretende que sean. Lejos de lo que se espera de ellos con la escolarización, en la soledad el juego es todo. O por lo menos lo era en una época en la que la televisión o la computadora no ocupaban todavía el lugar de todas las distracciones posibles. A partir de entradas con los nombres de sesenta y cinco juguetes considerados en toda su extensión –porque acaso, ¿la bicicleta es un juguete como cualquier otro?, ¿lo es el pizarrón?–, Petrignani se vale de los objetos como médiums para hacer asociaciones libres y recuperar la memoria que estaba desdibujada, desde la óptica de quien fundó con ellos su experiencia y vuelve a visitarlos para explicarse algo acerca del paso del tiempo. Los juguetes son entonces los portadores de todas las significaciones posibles e intercambiables de las que se valió el yo para sincronizar los procesos corporales y sociales, y a la vez, tomados a la distancia, los únicos objetos que permiten retornar con precisión a una escena de la infancia para dar cuenta de la interacción y de la compañía de esas presencias silenciosas.


lunes, 30 de noviembre de 2009

Sin sentimentalismos

El sábado, el suplemento ADN Cultura publicó una reseña de Catálogo de juguetes a cargo de Alejandro Patat. La reproducimos aquí.


Un diccionario lúdico

Por Alejandro Patat


¿Cómo volver a la infancia sin sentimentalismos ni nostalgias evocativas? ¿Cómo volver a esos primeros años sin caer en las trampas que reserva todo recuerdo, sin ser devorados por la fuerza centrípeta del pasado? La novelista Sandra Petrignani (Piacenza, 1952) lo logra con la composición de un catálogo de juguetes de nuestro tiempo, o para ser más precisos, de aquellos que reinaron entre los años cincuenta y los años noventa del siglo XX: la hamaca, el barrilete, las muñecas, las bolitas, la soga, las figuritas, el fortín, los globos, el trompo, entre otros. Quedan deliberadamente excluidos todos los aparatos e instrumentos hipertecnológicos o derivados de la informática. El catálogo consiste, pues, en un breve diccionario en el que, por un lado, la autora describe sin mayores tecnicismos el uso de cada juguete y, por el otro, se abandona a una discreta reflexión sobre las emociones, los deseos y las actitudes que ese mismo juguete despertaba en la infancia. Porque, efectivamente, no propone una descripción analítica de los juegos y sus objetivas implicaciones psicológicas. Tampoco es un tratado sociológico o pedagógico: en el libro no hay tomas de posición acerca de la infancia desfavorecida o sin juguetes, ni tampoco información sobre los vínculos entre los juguetes y el crecimiento. Se ocupa más bien de recrear una atmósfera subjetiva capaz de reconducir por un instante al lector al tiempo mágico de la niñez, a sus introspecciones y proyecciones. Cada voz del diccionario es como un pantallazo breve que focaliza al niño que juega absorto, concentrado en la dinámica que él mismo impone al objeto, más allá de las reglas preestablecidas. Y la imagen que se nos ofrece está prácticamente despojada de los adultos que, en el mundo infantil de los juguetes, aparecen como presencias fantasmales o como impávidos intrusos del espacio íntimo y secreto de los juegos. ¿Un niño debe explicarle al adulto que el muñeco sucio o con un solo ojo no debe ser ni lavado ni remendado? ¿Es necesario que aclare que las reglas del juego son siempre individuales?

En el posfacio, Giorgio Manganelli anota que la brillante idea de la autora no esconde la materia inquietante de la que se ocupa. "Es extraño -afirma el famoso escritor italiano-, la hora de los juguetes es tan larga como una era geológica." Y es justamente allí, en ese espacio antiquísimo de la vida, en el reino absoluto del simulacro, donde la autora se detiene con aguda inteligencia para indagar los aspectos primitivos que sobreviven en cada uno de nosotros.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Gracias a Oblogo

Agradecemos a la revista Oblogo, que incluyó una entrada de este blog en su último número.

Los juguetes según Roland Barthes

Roland Barthes publicó en 1957 el libro Mythologies, que incluye un breve capítulo dedicado a reflexionar sobre los juguetes franceses. Publicamos aquí un fragmento.




El adulto francés ve al niño como otro igual a sí mismo y no hay mejor ejemplo de esto que el juguete francés. Los juguetes habituales son esencialmente un microcosmos adulto; todos constituyen reproducciones reducidas de objetos humanos, como si el niño, a los ojos del público, sólo fuese un hombre más pequeño, un homúnculo al que se debe proveer de objetos de su tamaño.

Las formas inventadas son muy escasas: algunos juegos de construcción, fundados en la tendencia a armar objetos, son los únicos que proponen formas dinámicas. En todos los otros casos, el juguete francés siempre significa algo y ese algo siempre está totalmente socializado, constituido por los mitos o las técnicas de la vida moderna adulta.

[…]

Cualquier juego de construcción, mientras no sea demasiado refinado, implica un aprendizaje del mundo muy diferente: el niño no crea objetos significativos, le importa poco que tengan un nombre adulto; no ejerce un uso, sino una demiurgia: crea formas que andan, que dan vueltas, crea una vida, no una propiedad. Los objetos se conducen por sí mismos, ya no son una materia inerte y complicada en el hueco de la mano. Pero esto es poco frecuente: de ordinario, el juguete francés es un juguete de imitación, quiere hacer niños usuarios, no niños creadores.

Tomado de Mitologías, de Roland Barthes, Siglo XXI Editores, 1980

(traducción de Héctor Schmucler)

lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentidos ocultos

Ayer, el suplemento Radar, de Página/12, publicó una nota de Flor Codagnone sobre Catálogo de juguetes que incluye testimonios de Sandra Petrignani y ahonda, más que nada, en el costado siniestro del libro. La autora italiana afirma: "Los juguetes son siniestros, está en su naturaleza".



Aquellas pequeñas cosas

Por Flor Codagnone


Los juguetes siempre han estado ahí. En las manos de los niños, en su imaginación, en sus obstinados deseos. En la renuncia y el sobreactuado desdén de los jóvenes. En la memoria y la fascinación de los adultos. Desde el balero hasta la play, son símbolos importantísimos que remiten a un terreno tierno, oscuro e irrecuperable: la infancia.

La italiana Sandra Petrignani, nacida en 1952, decidió evocar su infancia y escribió Catálogo de juguetes, un libro que acaba de ser publicado en castellano. Se trata de una suerte de inventario que recorre 65 juguetes de su niñez; a cada uno le corresponde un texto breve: una reseña, una viñeta, una historia. Las palabras, contundentes, dicen más que mil imágenes.

Aunque Petrignani se centra en una época y un lugar determinados (los años ‘50 y ‘60 en Italia), las descripciones y las narraciones de los juguetes tienen algo universal, que trasciende cualquier barrera. Tanto es así que Patrick Curry aseguró, en el Times Literary Supplement, que había terminado de leer el libro con una poderosa sensación de melancolía, como si hubiese acabado su infancia por segunda vez. Dentro mismo del libro hay una imagen que lo define a la perfección: “Un parque de diversiones de los recuerdos”. Como los parques de diversiones, el libro tiene un costado lúdico y alegre, pero también un aspecto oscuro y aterrador.

Petrignani explora estos objetos sin presentarlos (únicamente) bajo una luz candorosa, de cuento de hadas. Su mirada es mucho más amplia y, por momentos, mide el costado siniestro de los juguetes. Así, por ejemplo, vincula la hamaca con el pendular de los ahorcados, o hace referencia a la sexualidad de los muñecos. Cuando imagina a una niña subida al caballo mecedor, habla del “delicioso frotamiento” y dice: “Ella cabalga abandonándose a un erotismo inconsciente. Cierra los ojos, concediéndose al viento que mueve sus cabellos, aprieta las rodillas y endurece los muslos, provocando dentro de sí una corriente de escalofríos in crescendo”.

“Durante la infancia tenemos un vínculo erótico con el mundo. Hay personas que, al crecer, pierden eso porque le tienen miedo a su sexualidad e intentan mantenerla bajo control”, explica, desde Roma, Petrignani. Le interesa, dice, el costado oscuro de la niñez y asegura que hay un motivo claro para que el Catálogo de juguetes contenga pasajes centrados en lo siniestro: la infancia es siniestra.

En un ensayo de 1919, Freud tomó el término alemán unheimlich, que no puede traducirse en toda su significación al castellano. Se trata de aquello que, de algún modo, resultaba familiar y estaba destinado a permanecer oculto, pero ha salido a la luz y se torna horroroso, amenazante. En castellano suelen tomarse dos palabras como equivalentes: “siniestro” y “ominoso”. La autora italiana afirma que tenía presente esa noción cuando escribió el libro, aunque no buscaba demostrar nada. “De cualquier modo, los juguetes son siniestros; está en su naturaleza”, dice. “Se trata de objetos inclasificables que hablan de una parte frágil, perversa, auténtica de nosotros. Tienen un costado melancólico porque la infancia está más vinculada a la muerte que a la vida. Para sobrevivir, los adultos deben matar al niño que hay en ellos.”

Según Petrignani, la niñez se presenta como un terreno en el que todo es posible y, a la vez, sólo una cosa es posible: aquello en lo que nos vamos a convertir. De manera similar, Roland Barthes planteó en su libro Mitologías que la mayor parte de los juguetes franceses funciona como un microcosmos que prefigura la adultez de los chicos. La italiana cuenta que trata a los niños con respeto, que no le gusta acariciarlos sino tratarlos como un igual. “Por eso –asegura– me llevo bien con ellos.” De hecho escribió el libro cuando su hijo Guido tenía 5 años y ella tomaba prestados algunos de sus juguetes para buscar inspiración.

Catálogo de juguetes se vale de elementos sociológicos, históricos y psicológicos, pero su autora lo define como un libro de ficción. Dice que se trata de algo parecido a un libro de cuentos y agrega que, siempre que escribe, lo hace para conocerse a sí misma y a los otros, para buscar el significado de lo que nos ocurre en la vida. “Exploro la relación de las personas consigo mismas, con sus padres, con su sexo, con las cosas que las rodean. Los sentidos ocultos de estas relaciones tienen raíces profundas en la infancia. Tal vez haya un misterio mayor escondido en una etapa previa a la niñez, pero no podemos llegar a eso”.

Como sea, la industria cultural se ha encargado de proveernos de elementos para que intentemos dilucidar (y retroalimentar) nuestra relación de adultos con los juguetes. Desde la saga cinematográfica Toy Story hasta la tendencia –en algunos círculos– de hacer y coleccionar juguetes, hay estímulos por todas partes. Mientras, los juguetes han ido evolucionando. Alguna vez, Norman Mailer declaró que llevamos décadas sometiendo a los niños a jugar con plástico, un material por el que no se puede sentir afecto. Petrignani no es mucho más auspiciosa que Mailer cuando habla de los juguetes actuales, pero confía en el criterio y la sensibilidad de los niños. Dice que los comerciantes intentan eliminar su magia reduciéndolos a objetos de consumo, pero no van a lograrlo pues los chicos saben defender los juguetes.

“Nuestra sociedad consumista está en contra de la fantasía y la imaginación. Hay cada vez más juguetes, más dibujos animados y más libros, y todos ellos son cada vez más hermosos. Sin embargo, no están elaborados de manera que los chicos creen su propio mundo de fantasía. Privar a un niño de su vínculo creativo con los juguetes significa cortarle el alma de raíz”, dice Petrignani, que, con su libro, nos invita a retornar al maravilloso (y siniestro) mundo de los juguetes.



lunes, 16 de noviembre de 2009

Memoria solar

El sábado, la revista Ñ publicó una interesante entrevista a Sandra Petrignani en la que habla de la influencia de Italo Calvino y de cómo los años han cambiado algunas cosas (entre ellas, los juguetes, la niñez y el control de los adultos).



"La época de la grandeza ya pasó"
Por Guido Carelli Lynch

Algunas de las desilusiones de Sandra Petrignani tienen nombre y apellido. El más famoso es el de Silvio Berlusconi, que hace años compró Panorama, el diario donde esta periodista y autora italiana trabaja, para pasteurizarlo ideológicamente. Para ella significó un largo exilio entre las reseñas culturales y páginas menores, que hacen que ahora cuente los meses que le faltan para jubilarse.

Ambivalencia, por ejemplo, le provoca el de la flamante Nobel, la rumano-alemana Herta Müller. “Todos queremos que venza Philip Roth y después nos quedamos desilusionados”, se lamenta del otro lado del teléfono, desde su casa de fin de semana en Umbria, donde cada vez pasa más tiempo.

Otros nombres, en cambio, le roban sonrisas y suspiros de nostalgia. “Tengo los años suficientes para haber conocido a los grandes autores italianos y, aunque en este momento también hay autores importantes, la época de la grandeza ya pasó”, sentencia inconmovible. Y aunque esté claro y no haga falta explicarlo, se detiene un minuto en un pasado que parece ficción. “Seguimos realizando un trabajo artesanal en medio de un mundo tecnológico. Ahora cambiaron las relaciones con los editores, todo ese marketing que domina la situación, que produce libros confeccionados en las casas editoriales con autores que de un día para otro son nombrados en todo el mundo. Ya no existen Alberto Moravia, Giorgio Manganelli, Lala Romano, Elsa Morante y editores maravillosos como Giulio Einaudi. Son personajes que yo me enorgullezco de haber conocido, que formaban una verdadera sociedad literaria. Ahora, en cambio, para sentirse escritor hay que vender, antes no importaba tanto, te acogían y sabían diferenciar lo comercial de lo literario. Ahora los libreros y los editores apuntan siempre como si fueras un caballo que tiene que ganar todas las carreras y los escritores necesitan puntos muertos, vivir la vida, no es sólo un mecanismo para inventar historias”, dice y se queja.

Y no es tan extraño que Petrignani hable del pasado si la excusa para llamarla es su Catálogo de juguetes, un libro pequeño y delicioso que escribió hace 25 años y que La Compañía acaba de editar en la Argentina. “Es mi segundo libro, el más traducido. Funcionó muchísimo y les gustó a personas tan diferentes como Manganelli, Natalia Guinzburg y o Ian McEwan. Ha tenido una vitalidad muy bella, muy intensa”, se emociona. El libro es una evocación, una enumeración, un catálogo –ni más ni menos– de juguetes, que sirven como disparadores para las divagaciones de la autora y el lector, que a veces son las mismas y a veces son distintas. Es un libro que, a la manera de Calvino, y a través del barrilete, una muñeca de trapo o una simple bicicleta, enfrenta al lector con los fantasmas del pasado, con el dolor de ya no ser y del mundo que no es.

–La estructura y el estilo parecen un ejercicio de escritura automática como los de Calvino.

–Es que en ese entonces yo estaba muy influenciada por la vanguardia, por el experimentalismo. Nunca habría escrito una novela tradicional, cosa que tampoco hice después. Al mismo tiempo, quería comunicar y que la gente me entendiera. No quería que ese experimentalismo fuera una dificultad. Esa fórmula que tomé de Calvino, de Las ciudades invisibles, fue un modelo. Era un autor que me hablaba mucho, me gustaba su experimentalismo controlado, que producía más que nada una forma de novela, que no era la tradicional. Tiene mucho de escritura automática, de usar el objeto como un médium para hacer asociaciones libres y recuperar la memoria que me llevara a la infancia.

–Y emergen recuerdos de juguetes que incluso ya no existen…

–Y recuerdos de uno. Yo, por ejemplo, tenía la idea instalada de que mi infancia había sido un infierno, de que estaba aislada. Escribiendo este libro y poniendo en práctica mi memoria involuntaria emergió la memoria solar de mi infancia en Piacenza, que era muy libre. Éramos una banda y yo formaba parte. No era la líder, era la más chica, pero ahí estaba. Era una infancia bella y libre, porque estaba fuera del control de los mayores. Cuando yo me puse a escribir este libro, con mi hijo de apenas 4 años a cuestas, noté cómo nuestros chicos están siempre controlados. Los llevamos a cursos de natación, de inglés, están llenos de obligaciones en vez de estar jugando. Ven a un amigo por vez siempre en una casa y vigilados por los padres, la abuela, la babysitter. Yo jugaba con mis amigos en la calle, ¡en Roma! Nuestra generación, que fue la que cambió la manera de los jóvenes de estar en el mundo, tuvo una infancia mucho más parecida a la del pasado. Nuestros hijos, en cambio, tuvieron una infancia de prisioneros, todo el tiempo controlados.

–La relación con los juguetes también es diferente…

–Absolutamente, aunque no quisiera generalizar. Para mí la Barbie era una sola. Ahora veo que las hijas de mis amigas tienen toda una serie interminable. Los juguetes se volvieron una posesión más que un valor sentimental. La publicidad se volvió infernal. La relación es mucho más pobre, no es sentimental, es la idea de posesión, de colección, una actitud totalmente consumista.

–¿Y antes cómo era?

–El juguete es en realidad un objeto extraño porque participa de muchas naturalezas. Es sagrado y mágico, porque el chico construye un mundo y, a la vez, es un misterio la relación de un chico con él, porque los adultos permanecen ajenos. Son fantasmas que te ponen en comunicación con otros mundos, como el de la interioridad. Muchas de estas reflexiones se me ocurrieron luego de escuchar a chicos que leyeron el libro en la escuela primaria.

–El tono de sus textos delata su pasado de poeta…

–Es verdad, cortejo siempre una forma poética, como la memoria involuntaria de este narrar intimista. Es la herencia de mi juventud. Empecé a escribir de muy joven, incluso llamando la atención de poetas consagrados, pero hubo una verdadera fractura, que coincidió con el nacimiento de mi hijo. La poesía está más cerca de la muerte, de la desesperación y la locura. Y, como estos recuerdos de mi infancia, una parte de mí eligió la vida y a mi hijo. Si hubiese continuado escribiendo poesía, habría optado por otras elecciones. No hubiera tenido un hijo, no hubiera intentado tener una familia. Hubiera marchado hacia la autodestrucción. La parábola poética está más cercana al inconsciente –y a la niñez– y si uno no tiene un control serio del inconsciente también se vuelve peligroso. La narrativa me salvó, y mis catálogos, porque pensándolo bien, casi todos mis libros son una suerte de catálogo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Barbie

Cayó en las vidas de las niñas nacidas a comienzos de los años cincuenta sorprendiéndolas en el inicio de la adolescencia. Niñas que habían visto Lo que el viento se llevó o las películas de Marlene Dietrich y se debatían entre dos alternativas: seguir el modelo materno o convertirse en aventureras seductoras. Barbie era bella, rica, independiente. Poseía objetos, vestidos y al menos un hombre, Ken, su novio. Y una serie de amigos. Seguramente tenía una profesión moderna: modelo publicitaria, periodista o actriz de cine. Su guardarropa revelaba viajes, responsabilidades, veladas elegantes. Comprarle un nuevo vestido a la Barbie con la cuota semanal era ganarse un adelanto de futura autonomía, una especie de ensayo general, una idea de futuro. Barbie no era una muñeca, era una aspiración.

Fragmento de Catálogo de juguetes



lunes, 9 de noviembre de 2009

Evocación Nº 8 - Raúl Perrone

Les estamos pidiendo a diferentes personas (escritores, deportistas, músicos, dibujantes) que evoquen los juegos o juguetes preferidos de su niñez. Ésta es la respuesta de Raúl Perrone, cineasta, a quien le agradecemos.


Entre mis juguetes preferidos siempre estuvieron la pelota y el metegol, pero lo que más recuerdo son los autitos de plástico de turismo carretera. Los rellenábamos muy prolijamente con masilla y monedas; los “tuneábamos”, como se diría ahora. Era algo muy creativo. Había que usar la imaginación para que anduvieran mejor y más rápido. En medio de la calle, dibujábamos una gran pista y corríamos carreras entre diez y quince pibes. Algunos les ponían cucharitas para que pesaran más. Otros íbamos a una farmacia y pedíamos las gomitas de los frascos de penicilina para ponerlas en las ruedas y eran imparables.



Raúl Perrone nació en Ituzaingó (provincia de Buenos Aires) en 1961. Como dibujante, ha publicado ilustraciones en diversos medios, pero hoy en día se lo reconoce por su trabajo como cineasta independiente. Dentro de su vastísima filmografía, cabe destacar las películas Labios de churrasco, Cinco pa’l peso, Peluca y Marisita, La mecha y Bonus track. Más información en su sitio oficial: http://www.raulperrone.com/.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Elaborada simplicidad

En su sección Libros, a cargo de Elvio Gandolfo, el último número de la revista Noticias incluye el siguiente comentario sobre el Catálogo de juguetes de Sandra Petrignani:


La autora italiana pasa revista a los juguetes de la infancia, desde el barrilete y las muñecas, hasta el caballito mecedor. Se trata de un catálogo a la vez privado y universal, que llevará al lector a recuperar todo un mundo que creía perdido para siempre. Una verdadera joyita literaria que se destaca por su originalidad, su elaborada simplicidad y su tono poético que roza la nostalgia sin caer en sentimentalismos edulcorados.

 
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