viernes, 22 de enero de 2010

Un osito y todos los animales de trapo

El 2 de enero pasado, el suplemento Mujer del diario Clarín publicó una breve entrevista a Sandra Petrignani que realizó Jéssica Fainsod.


"Los niños necesitan de una dimensión mágica"

Por Jéssica Fainsod


“Los osos de peluche son tan íntimos que los niños conservan su olor. Entre tantos ositos que pueblan su cuarto es fácil descubrir el preferido. Basta olerlo. El olor de un oso habituado a dormir en la misma cama que su pequeño amo embriaga; es el olor de ese niño y al mismo tiempo el olor universal de la infancia". Es el comienzo “de Ositos”, uno de los 65 retratos de juguetes que la escritora italiana Sandra Petrignani describió en su delicioso Catálogo de juguetes.

¿Por qué un libro sobre juguetes?

Porque cuando lo escribí, mi hijo Guido era chico y al observar sus juguetes y su forma de jugar, me di cuenta de que era muy distinta a la mía. Esta nueva generación estaba cambiando la relación con los juguetes por primera vez en la historia. Guido se mostraba menos emotivo. Quería tener muchos tipos distintos del mismo juguete, por ejemplo. Resulta sencillo entenderlo si pensamos en la evolución de la muñeca Barbie. Cuando yo era chica, todas las nenas tenían sólo una Barbie, la propia. Con el transcurso del tiempo, en la generación de mi hijo, las nenas tienen una Barbie rubia, una castaña, una pelirroja, una embarazada… Nosotros teníamos libertad para jugar sin controles, en la calle. Ellos en cambio son vigilados siempre y están siempre ocupados (clases de inglés, clases de natación, de baile, de judo, clases, clases…).

¿Cuáles son los juguetes que nunca deberían faltarle a un niño?

Un osito, y todos los animales de trapo. Pero un chico sabe cómo crear sus propios juguetes si no los tiene de juguetería.

¿Qué evoca la creencia de los Reyes, los zapatitos y la espera?

Los niños necesitan de una dimensión mágica. Ellos creen en un mundo bueno, en donde son amados tal como necesitan. ¡Es muy importante no romper esta ilusión! Lo que pasa hoy es realmente terrible, eso de que los padres vayan con los chicos a comprar juguetes juntos. ¡Los mismos juguetes que los chicos encuentran en los zapatos cada 6 de enero! Los chicos necesitan tanto creer en un mundo mágico que piensan de todos modos que esos juguetes son trasladados por personas mágicas… Los adultos tendríamos que aprender algo de los chicos: ¡creer en algo más grande que nosotros ayuda mucho en la vida y hace que la vida sea más interesante de vivir!


miércoles, 20 de enero de 2010

Efecto de vértigo

El portal Educ.ar recomienda Catálogo de juguetes y lo presenta con un lúcido reportaje de Mónika Klibanski a Sandra Petrignani. Reproducimos un fragmento de la nota, que se puede leer entera aquí.


Un actor, un bailarín, un músico, cada noche vuelve a representar la misma escena, repite la misma coreografía, ejecuta la misma pieza musical. Inmersos en una misma situación, igual que un lector que lee después de un tiempo un mismo libro que leyó en el pasado. No obstante siempre algo vuelve inédita la experiencia. Catálogo de juguetes es un libro escrito ya hace más de veinte años. Para Petrignani "hay libros que no se ajustan a la prueba del tiempo. Las novelas sobre todo. Releer una vieja novela a menudo es insoportable para un escritor; la tentación de cambiar y reescribirla es grande. Los años pasan y las mismas cosas uno querría expresarlas de otra manera. Con Catálogo de juguetes, en cambio, no sucedió así. Releyendo el libro para su traducción al francés, en 1999 –ya habían pasado once años de la publicación original en Italia–, me sorprendí, sólo corregí alguna errata de imprenta, pequeñas cosas de puntuación. No necesité añadir nada".

La autora admite que le es mucho más innata la forma breve, el cuento, el libro de viaje, la autobiografía, el diario y encuentra allí la clave para explicar la perdurabilidad de este texto.

Creo que la forma en mosaico del "catálogo" es muy precisa, racional diría, objetiva, menos sujeta a los saltos de la emotividad, de la edad, de la insatisfacción, asegura.

[…]

Si el paseo al que nos invita su libro conmueve probablemente no es debido a la añoranza por lo perdido, lo olvidado, sino más bien una sensación provocada por aquello que queda, que está en nosotros los adultos lectores. Parafraseando el posfacio escrito por Giorgio Mangarelli, algo intangible de nuestra infancia resiste y persiste en el presente.

Petrignani piensa que la vida nos obliga, por razones de supervivencia social, a parecernos a un único Yo que es el que prevalece a todos los otros de los que estamos compuestos. Como diría el poeta Oliverio Girondo somos “un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades”. Multiformes y realmente capaces de todo el bien y de todo el mal. La parte inconsciente, que muchos ahogan o ignoran completamente, es la que nos da las sorpresas más inesperadas. Sin dudas es la zona más creativa, sabia y sensible que tenemos.

Es el niño que hemos sido y que sigue viviendo en nosotros. Los artistas se encuentran entre los adultos que le dan mayor espacio al niño que llevan dentro, se permiten retrocesos que los demás temen, reflexiona Petrignani con agudeza.

Si bien el suyo no es un libro que se haya publicado (al menos en la Argentina) siguiendo las convenciones editoriales de la literatura infantil y juvenil, ha sido leído por niños. Según nos cuenta su autora, algunos profesores en Italia y en Francia, por ejemplo, lo utilizaron en la escuela para estimular a sus alumnos a recordar y a escribir sobre sus juguetes. En la edición alemana del libro se incorporaron deliciosas ilustraciones pero el editor se arrepintió; porque en su opinión las ilustraciones llevaban al lector a un engaño: creer que el Catálogo era un libro para niños cuando realmente no estaba pensado así.

Catálogo de juguetes se presta para leerlo acompañado, de manera colectiva. Por ejemplo, leerlo en voz alta a nuestros padres, que quizás fueron niños en los 50, pero también leérselo a personas más jóvenes que nosotros, dejando que los relatos construyan puentes generacionales para compartir un tiempo inmaterial, subjetivado y anacrónico, el del juego. De hecho, a lo largo del libro, los distintos relatos de este inventario de juguetes van intercalando tiempos verbales, los verbos no siempre están conjugados en pasado, hay quiebres en la cronología natural.

A mí gusta confundir los tiempos verbales, dice la escritora. Pasar del tiempo pasado (próximo y remoto, como distinguimos en italiano) al presente crea repentinos acercamientos, con un efecto de vértigo que corresponde al modo natural del pensamiento. Si nos contamos racionalmente el pasado, usamos verbos en pasado, pero si llevamos a la práctica la memoria involuntaria o la libre asociación inmediatamente hablamos en presente; porque volvemos físicamente al momento evocado. En el caso del Catálogo de juguetes es un regreso concreto a la infancia.

[…]

 
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