Mis juguetes preferidos eran los libros porque los dibujaba encima y los rayaba. Pero como juguete propiamente dicho recuerdo a dos muñecas, Marta y Susy, que tuve entre los 2 y los 4 años y que corrieron un mismo destino. Eran muñecas parlantes y tenían un dispositivo –una especie de disco de vinilo que se ponía en marcha cuando tirabas de un cordelito que les asomaba del pecho– en la espalda. Yo jugaba y las quería mucho, pero inevitablemente llegaba un momento en que HABÍA QUE BAÑARLAS y con baño de inmersión. Luego del baño, claro, las muñecas ya no funcionaban. Así que les quitaba la cabeza (yo creía que la voz salía de la cabeza porque ellas dirían algo que pensaban, que era primero pensamiento y luego voz) y trataba de arreglarlas antes de que mi mamá se diera cuenta. Las dos pasaron a mejor vida, pero el caso de Susy fue irremediable: nunca más pude pegarle la cabeza y su cabeza distante de su cuerpo solía aparecer en distintas partes de la casa, como el recuerdo de una Ana Bolena. Recibí una paliza, por supuesto, y, cuando tenía 8 años, llegaron las Barbies a Argentina. Las Barbies estaban muy bien: podías bañarlas sin hacerle daño a nadie.
Patricia Suárez nació en Rosario en 1969. Estudió psicología y antropología. Se ha desempeñado como periodista en diversos medios. Publicó piezas de teatro, novelas, cuentos y poesía. Entre sus libros se destacan La italiana, Perdida en el momento, Esta no es mi noche y Sola otra vez. http://www.discretoencanto.blogspot.com/.
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