lunes, 2 de noviembre de 2009

Los juguetes según Walter Banjamin

El filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940) ha escrito en más de una ocasión sobre los juguetes. Citamos tres fragmentos de su artículo "Juguetes y juegos", que se presenta como un comentario sobre el libro Kinderspielzeug aus alter Zeit: Eine Geschichte des Spielzeugs (Juguetes de antaño: Una historia del juguete). Ese artículo fue incluido por la editorial Nueva Visión en el volumen Escritos: La literatura infantil, los niños y los jóvenes.



Como el mundo de la percepción del niño muestra por todas partes las huellas de la generación anterior y se enfrenta con ellas, lo mismo ocurre con sus juegos. Es imposible confinarlos a una esfera de fantasía, al país feérico de una infancia o un arte puros. El juguete no es imitación de los útiles del adulto, es enfrentamiento, no tanto del niño con el adulto, sino más bien al revés. ¿Quién da al niño los juguetes si no los adultos? Y si bien el niño tendrá la libertad de rechazar las cosas, no pocos de los juguetes más antiguos (pelotas, aros, molinetes de plumas, barriletes) le habrán sido impuestos, por decirlo así, como enseres de culto que sólo más tarde se transformaron en juguetes.


Pero si hasta el día de hoy los juguetes han sido considerados por demás como creaciones para el niño, si no del niño, el jugar continúa siendo considerado, a su vez, desde el punto de vista demasiado adulto de la imitación.


El oscuro afán de reiteración no es menos poderoso ni menos astuto en el juego que el impulso sexual en el amor. No en vano creía Freud haber descubierto en él un “más allá del principio del placer”. En efecto, toda vivencia profunda busca insaciablemente, hasta el final, repetición y retorno, busca el restablecimiento de la situación primitiva en la cual se originó. “Todo podría lograrse a la perfección si las cosas pudieran realizarse dos veces”; el niño procede de acuerdo con este verso de Goethe. Pero para él no han de ser dos veces, sino una y otra vez, cien, mil veces. Esto no sólo es la manera de reelaborar experiencias primitivamente terroríficas mediante el embotamiento, la provocación traviesa, la parodia, sino también la de gozar una y otra vez, y del modo más intenso, de triunfos y victorias. El adulto libera su corazón del temor y disfruta nuevamente de su dicha, cuando habla de ellos. El niño los recrea/vuelve a empezar. La esencia del jugar no es un “hacer de cuenta que...”, sino un “hacer una y otra vez”, la transformación de la vivencia más emocionante en un hábito.



Walter Benjamin

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