lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentidos ocultos

Ayer, el suplemento Radar, de Página/12, publicó una nota de Flor Codagnone sobre Catálogo de juguetes que incluye testimonios de Sandra Petrignani y ahonda, más que nada, en el costado siniestro del libro. La autora italiana afirma: "Los juguetes son siniestros, está en su naturaleza".



Aquellas pequeñas cosas

Por Flor Codagnone


Los juguetes siempre han estado ahí. En las manos de los niños, en su imaginación, en sus obstinados deseos. En la renuncia y el sobreactuado desdén de los jóvenes. En la memoria y la fascinación de los adultos. Desde el balero hasta la play, son símbolos importantísimos que remiten a un terreno tierno, oscuro e irrecuperable: la infancia.

La italiana Sandra Petrignani, nacida en 1952, decidió evocar su infancia y escribió Catálogo de juguetes, un libro que acaba de ser publicado en castellano. Se trata de una suerte de inventario que recorre 65 juguetes de su niñez; a cada uno le corresponde un texto breve: una reseña, una viñeta, una historia. Las palabras, contundentes, dicen más que mil imágenes.

Aunque Petrignani se centra en una época y un lugar determinados (los años ‘50 y ‘60 en Italia), las descripciones y las narraciones de los juguetes tienen algo universal, que trasciende cualquier barrera. Tanto es así que Patrick Curry aseguró, en el Times Literary Supplement, que había terminado de leer el libro con una poderosa sensación de melancolía, como si hubiese acabado su infancia por segunda vez. Dentro mismo del libro hay una imagen que lo define a la perfección: “Un parque de diversiones de los recuerdos”. Como los parques de diversiones, el libro tiene un costado lúdico y alegre, pero también un aspecto oscuro y aterrador.

Petrignani explora estos objetos sin presentarlos (únicamente) bajo una luz candorosa, de cuento de hadas. Su mirada es mucho más amplia y, por momentos, mide el costado siniestro de los juguetes. Así, por ejemplo, vincula la hamaca con el pendular de los ahorcados, o hace referencia a la sexualidad de los muñecos. Cuando imagina a una niña subida al caballo mecedor, habla del “delicioso frotamiento” y dice: “Ella cabalga abandonándose a un erotismo inconsciente. Cierra los ojos, concediéndose al viento que mueve sus cabellos, aprieta las rodillas y endurece los muslos, provocando dentro de sí una corriente de escalofríos in crescendo”.

“Durante la infancia tenemos un vínculo erótico con el mundo. Hay personas que, al crecer, pierden eso porque le tienen miedo a su sexualidad e intentan mantenerla bajo control”, explica, desde Roma, Petrignani. Le interesa, dice, el costado oscuro de la niñez y asegura que hay un motivo claro para que el Catálogo de juguetes contenga pasajes centrados en lo siniestro: la infancia es siniestra.

En un ensayo de 1919, Freud tomó el término alemán unheimlich, que no puede traducirse en toda su significación al castellano. Se trata de aquello que, de algún modo, resultaba familiar y estaba destinado a permanecer oculto, pero ha salido a la luz y se torna horroroso, amenazante. En castellano suelen tomarse dos palabras como equivalentes: “siniestro” y “ominoso”. La autora italiana afirma que tenía presente esa noción cuando escribió el libro, aunque no buscaba demostrar nada. “De cualquier modo, los juguetes son siniestros; está en su naturaleza”, dice. “Se trata de objetos inclasificables que hablan de una parte frágil, perversa, auténtica de nosotros. Tienen un costado melancólico porque la infancia está más vinculada a la muerte que a la vida. Para sobrevivir, los adultos deben matar al niño que hay en ellos.”

Según Petrignani, la niñez se presenta como un terreno en el que todo es posible y, a la vez, sólo una cosa es posible: aquello en lo que nos vamos a convertir. De manera similar, Roland Barthes planteó en su libro Mitologías que la mayor parte de los juguetes franceses funciona como un microcosmos que prefigura la adultez de los chicos. La italiana cuenta que trata a los niños con respeto, que no le gusta acariciarlos sino tratarlos como un igual. “Por eso –asegura– me llevo bien con ellos.” De hecho escribió el libro cuando su hijo Guido tenía 5 años y ella tomaba prestados algunos de sus juguetes para buscar inspiración.

Catálogo de juguetes se vale de elementos sociológicos, históricos y psicológicos, pero su autora lo define como un libro de ficción. Dice que se trata de algo parecido a un libro de cuentos y agrega que, siempre que escribe, lo hace para conocerse a sí misma y a los otros, para buscar el significado de lo que nos ocurre en la vida. “Exploro la relación de las personas consigo mismas, con sus padres, con su sexo, con las cosas que las rodean. Los sentidos ocultos de estas relaciones tienen raíces profundas en la infancia. Tal vez haya un misterio mayor escondido en una etapa previa a la niñez, pero no podemos llegar a eso”.

Como sea, la industria cultural se ha encargado de proveernos de elementos para que intentemos dilucidar (y retroalimentar) nuestra relación de adultos con los juguetes. Desde la saga cinematográfica Toy Story hasta la tendencia –en algunos círculos– de hacer y coleccionar juguetes, hay estímulos por todas partes. Mientras, los juguetes han ido evolucionando. Alguna vez, Norman Mailer declaró que llevamos décadas sometiendo a los niños a jugar con plástico, un material por el que no se puede sentir afecto. Petrignani no es mucho más auspiciosa que Mailer cuando habla de los juguetes actuales, pero confía en el criterio y la sensibilidad de los niños. Dice que los comerciantes intentan eliminar su magia reduciéndolos a objetos de consumo, pero no van a lograrlo pues los chicos saben defender los juguetes.

“Nuestra sociedad consumista está en contra de la fantasía y la imaginación. Hay cada vez más juguetes, más dibujos animados y más libros, y todos ellos son cada vez más hermosos. Sin embargo, no están elaborados de manera que los chicos creen su propio mundo de fantasía. Privar a un niño de su vínculo creativo con los juguetes significa cortarle el alma de raíz”, dice Petrignani, que, con su libro, nos invita a retornar al maravilloso (y siniestro) mundo de los juguetes.



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