sábado, 3 de octubre de 2009

El juguete como objeto sagrado

El suplemento ADNCultura del diario La Nación publica hoy dos fragmentos del Catálogo de juguetes y un testimonio de Petrignani sobre su libro. Aquí, parte de ese testimonio, que se puede leer completo en la edición virtual de La Nación.



De la magia al consumo

Por Sandra Petrignani

[Traducción: Matías Alinovi]


La idea original del Catálogo de juguetes era escribir una historia de mi infancia, una infancia de la década de 1950. Yo tenía un hijo chico, Guido, a quien el libro está dedicado, y observando su modo de jugar y su relación con los juguetes, me pareció entender que se había originado una gran fractura en el mundo infantil. Yo, que pertenecía a la generación del baby-boom (era una babyboomer con todas las de la ley), de las manifestaciones estudiantiles, de la revolución sexual, etcétera, había sido una chica mucho más parecida a los chicos que me habían precedido que a aquellos que habían venido después. […] Yo nací en 1952; mi hijo, en 1983. Entre él y yo los juguetes han perdido (casi) completamente el "aura", es decir, su sustancia mágica. De algún modo se convirtieron en objetos equivalentes a los demás, parte del gran sistema de consumo.

Es por eso que pensé en escribir el libro bajo la forma de una meditación sobre objetos-juguetes particulares (cada capítulo un juguete), para recrear el aura perdida y el sabor lejano de mi infancia, tan distinta de la de mi hijo y sus amiguitos. […]

Creo haber reconocido dos elementos que trastornaron definitivamente el mundo de los juguetes: la irrupción de la electrónica y el negocio de la infancia. En ambos casos el juguete se convirtió en algo complejo. […]

De todas formas, éstos son discursos sociológicos, reflexiones a las que inevitablemente me ha conducido la escritura de este libro, pero que no explican lo esencial, ni la suerte del libro en Italia y en el exterior. Creo que lo atractivo es justamente el uso que hice del juguete como médium, el proponerlo como objeto especial, mágico, sagrado. Es una manera de entrar en contacto con la parte infantil del ser humano, porque el comportamiento de los chicos puede cambiar y el mundo cambia en torno a ellos, pero lo que no cambia es la parte más tierna y secreta que resiste dentro de nosotros y que, en la edad infantil, estuvo más cerca del gran misterio del que todos venimos y al que todos estamos destinados a volver.

Foto (c) Alfredo Sánchez

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